Como todos los días se deslizó con prisa por todo el lugar... Para después simplemente dejarse arrastrar con pereza. Ensayo cúmulos, cirros, estratos, lenticulares.... A penas intento una cumulonimbus, aunque sin mucho éxito la verdad...
Y cuánto se disponía a dejarse llevar nuevamente, la vio... Y se escabullo de entre las demás, se movió alrededor de ella, la recorrió por encima del vestido de terciopelo negro, debajo de él...
Y se condenso detrás de su hombro tímidamente, esperando alguna reacción desfavorable, sin embargo, intuyó, ella le acepto
Siempre intentaba permanecer sereno para no asustarla (la verdad es que tenía perderle) aunque a veces se ensombrecía, incluso pareciera que era reflejo de las emociones de ella. Y el, así le amaba, así la quería... Por la noches se colaba por un poro de la nariz y se salida rápidamente por el otro, para no molestar.
Pero cierto domingo fue distinto, a pesar de ser tan igual a los demás, se sintió inquieto desde el inicio y, mientras ella se arreglaba, como diariamente lo hacía, revoloteo un poco tratando de convencerla de no salir y, al menos ese día, quedarse encerrados sin que nadie más molestase.
Sin embargo ella camino lentamente, y a pesar de que el intento detener su pie ella se dirigió a la calle así que solo siguió junto a su hombro, hasta aquel café que algunas veces iban...
La siguió también hasta el parque y a aquella banca... Comenzaba a calmarse con su voz, como tantas veces lo había hecho, esa voz que el presumía iba dirigida solo para sí. Sin embargo se inquietó al sentir cada bello en la piel de ella erizarse, la recorrió suavemente y entonces prestó atención a dónde ella miraba... El la apremio a salir de ahí, quiso ser más tangible para poder ser un muro que evitara que ese hombre se acercara pero no pudo, Y ella se quedó quieta... Y quieta permaneció mientras esa bestia la tocaba... No lo podía tolerar más!
Y retumbó!
Se agitó como nunca antes...
Contagiando a las demás nubes del cielo, se volvió viento y quiso ser vendaval, arrojó polvo a los ojos de aquel ser abominable... Alberto? Si! ese era el nombre que creyó escuchar susurrar a esos labios... Esos labios que siempre acaricia cuando tiene una oportunidad...
Y pensó para sí: "acaso no soy como el? Yo también la toco..."
Pero entonces miro sus ojos y lo supo! Ella nunca había tenido esa mirada a su lado, aún cuando travieso levantaba su vestido. Y se decidió! Rodeándola por los hombros, la levantó! Entro en ella, jamás permitiría que se la arrebatasen, que la alejaran, que quedara encerrada como la veía en ese momento, presa de una cárcel de carne y recuerdos... Le dirigió al café, y deslizó su mano, aquella que sostenía la pluma, al momento de que Alberto intento detenerla balbuseando algo ininteligible, dando con la pluma en algún lugar...
Entraron al café y enseguida al baño, ya no era nube ni viento, era ella, eran los dos.
Le invito a retocar el maquillaje, a arreglarse el vestido, ella pinto sus labios con aquel color fuego que tanto le agradaba a el, de aquel color parecido al que se deslizaba en el lavamanos...
Ahora era suya! Ahora era uno con ella, salieron del baño, pidió otro café y se sentó viendo el alboroto afuera, ahora jamás se la quitarían... Y después de alguna charla y de dejar unos billetes en la mesa, viendo a aquel mesero tan delgado el y con sus tatuajes, volteó a verle y solo dijo: hasta nunca!
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